En 2004 la calle Varela aún era recordada como la calle de las putas, la penumbra invadía sus malolientes rincones, casi olvidada en los tiempos de los candiles. La antigua imprenta que había en el número 10, hacía años que dejo de soltar ruido, sí ruido, una imprenta produce un tremendo jaleo, el martilleo de sus maquinas, con más de una tonelada, golpean el suelo transmitiendo un brutal ruido de impacto por toda la estructura. Hoy, el café Pícaro ocupa el mismo local que dejó aquella imprenta, la calle amanece limpia y se han abierto negocios, de todo tipo, creando tejido social. Al Pícaro le suspendieron las actuaciones por orden municipal, en el último concierto de los paralelos de jazz, incluidos en la programación del Festival Internacional de Jazz de Ganada. No se puede presentar un libro ni la actuación de un mago, ni si quiera se puede realizar una lectura de poesía, bajo la excusa de ley de contaminación acústica, prevista para la noche pura y dura. ¿Ya me dirán el ruido que hace un mago? Estas pequeñas cosas son entendidas como actuaciones y un concierto equiparado como si vinieran los mismísimos Rolling Stone, a montar la de Dios y el desmadre, No, hombre, no.
Entremos de lleno en la problemática de la música en vivo en Granada y la constante negativa, del Ayuntamiento, a conceder licencias o proteger la cultura de la ciudad. El derecho de los vecinos al descanso y a un sueño feliz es innegable, pero también compatible con un concierto acústico, si el local está lo suficientemente insonorizado y, o el horario, es ecológico. La ley de Contaminación Acústica, en su parte expositiva; habla de la necesaria compatibilidad del desarrollo social y el descanso, estableciendo 8 horas nocturnas, entre las 23 y las 7 horas, para soñar con los angelitos y deja libertad a los ayuntamientos para modificarla en una hora. Pues bien, el Ayuntamiento de Granada concede licencias para terrazas de verano, en plena calle, hasta las 0 horas y los fines de semana hasta las 1. De igual modo éste ayuntamiento realiza conciertos en plena calle y con potentísimos equipos de música, hasta las 12 de la noche, me remito a las pachangas de “abierto por vacaciones” en la Plaza del Carmen, o los veranos del Corral del Carbón, entre otros. O sea, ¿lo que es bueno para el Ayuntamiento para los demás no, aunque nuestros locales estén insonorizados y respetemos ese mismo horario? ¿Cómo se entiende esto? Para estar en igualdad de condiciones, la Plaza del Carmen, además de emitir en acústico tendría que estar insonorizadaza. La Administración no puede decir yo si y tú no, ni puede infringir sus propias normativas ni vulnerar la Constitución que dice: “la Administración no puede ir en contra de sus propios actos”. Si el Ayuntamiento puede hasta las 12 de la noche, yo también. Si las plazas y los edificios públicos no están insonorizados, el Café Pícaro sí, ¿y me pregunto si tendría que solicitar autorización para hacer conciertos hasta las 12 de la noche? Los promotores culturales deseamos, más que nadie, la paz administrativa, los permisos necesarios para no estar bajo el yugo de cualquier hijo de vecino, como sucedió con el Secadero y el hijo del antiguo alcalde, rencilla caciquil que nada tubo que ver con molestias de ruido. Somos locales muy vulnerables ante la envidia o ante cualquier cliente que, con copas de más, te montan tremendo pollo en un pestañeo. El Pícaro fue denunciado por un impostor que vivía a un kilómetro y que ocultaba al verdadero interesado y sus bastardos motivos. No es de justicia que estemos, a merced del calentón de cualquier vecino, como en la inquisición?. ¿Da igual que el denunciante sea de la competencia, con motivos ocultos, o un vecino sordo o alguien que vive a un kilómetro de distancia, el denunciante, bajo el palio del anonimato, se escabulle como escorpión tras clavarte el veneno. Las licencias que contemplan actuaciones en vivo son para salas de fiesta, puticlub en su mayoría y discotecas, que zumban hasta las 5 o 7 de la madrugada. Todos sabemos lo sordo que sales de las discotecas y de las salas de fiesta subiéndose la bragueta. Son licencias 007 y puedes terminar la noche con tus huesos en el suelo tras una brutal paliza. No digo que no puedan hacer actuaciones, están en su perfecto derecho, lo que sí digo es que esto es la ley del embudo y déjenme decir, lo que muchos sabemos, a las licencias 007 no se les busca la boca.
La concejalía de cultura y la propia alcaldía tienen que ser mucho más sensibles a estos abusos administrativos, contradicciones y errores. Existe otra licencia que regularía esta necesidad, la de café teatro o café cantante, que permite pequeñas actuaciones hasta las 0 horas y que medio ambiente, bajo excusas banales, no quiere conceder. Han de regularizar ustedes los locales que reúnan la trayectoria y las condiciones adecuadas para celebrar conciertos. Cualquier ciudad que se aprecie de Europa protege sus músicos y a los locales donde pueden ofrecer sus conciertos. Ningún músico ha dado su primer concierto en un teatro, antes han pasado por los locales de las ciudades, creando su público. Músicos y locales son tan necesarios como inseparables. Es urgente que el Ayuntamiento; en su conjunto, se sea del color político que se sea, se sensibilice con éste enquistado problema a favor de la cultura y de una bonita tarde noche para sus habitantes y los muchos que nos visitan.
El Pícaro, por su parte, está dispuesto a cumplir con la hora ecológica, las 12 de la noche, siempre lo ha hecho. Estamos insonorizados como un bunker, pero si hay que insonorizar más, se hace, si hay que elegir otros horarios, se hace y si hay que hacer el pino con las orejas, intentaremos hacerlo. Lo que no se puede hacer es mantener ésta ceguera administrativa y aplicar la ley de Pancho Villa. Hemos perdido dos templos del jazz, el Secadero y después el Pícaro, cada uno con su problemática, pero los dos con denuncias contaminadas de irracionalidad y mala leche. En ninguna de las actas, de las visitas de la Policía Local realizadas al café Pícaro, dice que el sonido sea un problema, todo lo contrario, algunas aclaran que el ruido no trasciende al exterior.
Estamos, una vez más, en la dinámica de lo pesado de una administración napoleónica y ante lo absurdo de la parte contratante de la primera parte, que anula la parte contratante de tu parte, como dirían hermanos Marx. Lejos de ser un mal social y de ir contra las buenas costumbres, la calle Varela desde que se instaló el Pícaro, no huele a orín, se ha creado tejido social y económico y el machaqueo de aquella vieja imprenta, ha sido sustituido por personas que van a escuchar un concierto de jazz y que quieren oír hasta el sonido que produce la cuerda del contrabajo al rozar contra el mástil, el desplazar de los dedos sobre las cuerdas y la aspiración de Jorge Pardo tomando oxigeno entre nota y nota, de su flauta. Esa es la magia de la música, de un concierto acústico, el silencio. Es el verdadero contacto entre el músico y su público, conciertos íntimos donde hueles la esencia de mujer que deja Ángela Muro en el escenario. Son los conciertos que hemos ofrecido, los que queremos seguir ofreciendo y los que reclaman nuestros clientes.
Obvio que los vecinos tienen todo el derecho al descanso, y los demás a nuestro desarrollo empresarial. De igual modo la Administración tiene la obligación de facilitar cualquier trámite, en lugar de poner zancadillas, y multas que regeneren las maltrechas arcas municipales. Es de obligatorio cumplimiento, también para la Administración, acatar la ley y las propias normativas municipales, cosa que no hace. Cumplan con su obligación pública y regulen la cultura musical, que es muy rica en Granada. Porque esta sinrazón, que a mi razón reclama tanta desmesura, a mi razón afecta.
Me gusta que la gente real hable de problemas reales, ¡esto está pasando en nuestra ciudad!
ResponderEliminarPor cierto, en la versión digital del Ideal no está, ¿verdad? ¿o es que yo no la encuentro?
No, la buscamos pero no está, nos la pasó Gerardo a la página del grupo de facebook
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